Una vida de peso


En las instalaciones del Centro Nacional de Alto Rendimiento (CNAR) se encuentran las nuevas promesas del deporte mexicano. Jóvenes en todo el sentido de la palabra, ya que no pasan de los 21 años de edad. Algunos se quedarán en el camino; otros verán su sueño de ser atletas olímpicos realizarse. No es tarea fácil, requiere de horas de dedicación y una disciplina muy estricta. Si perseveran, tal vez, podrán verse en el podio oyendo el Himno Nacional de México.

Foto: Manuel Velasquez

Una de esas atletas es Gladis Guadalupe Bueno, originaria de Nayarit. Alta, alrededor del metro ochenta. Con una sonrisa que llena la sala de entrenamiento de halterofilia. Jovial y coqueta, contrasta con el estereotipo de un deportista de esta disciplina, que hace algunos años se creía sólo para varones.

Relata que a ella siempre la apoyaron sus papás, no le tocó la mala suerte de otras compañeras, a las cuales no las bajaban de «raritas». De alguna u otra forma eso le ayudó a enfocarse en su entrenamiento y rendir más. En la Universidad de Nayarit, que es donde empezó, le dieron todo el apoyo para que sobresaliera, y así fue. Tanto, que a sus 19 años, entrena junto con las veteranas Luz Mercedes Acosta, Francia Peñuñuri, Quisia Guicho, Carolina Valencia, etc.

A su llegada al Distrito Federal, que no data de más de 6 meses, le resultó complicado adaptarse a la dinámica de vida en el CNAR, ya que es un internado escuela, en donde los deportistas que vienen de otros estados, viven, comen, estudian, duermen y entrenan ahí. Para Gladis esto era nuevo, y según cuenta, sí extrañó bastante a su familia, algo que le afectó durante los primeros meses de entrenamiento.

Con veintiún medallas obtenidas en olimpiadas nacionales, con tres en el Mundial Sub-20 y con la mira puesta en los Juegos Centroamericanos del 2014, tiene más motivación para romper sus propios récords y volverse a colgar el oro. Dice que las Olimpiadas del 2016 en Río de Janeiro es una meta lejana, pero que sin duda esta en lo más alto de sus objetivos.

Pero aunque le falta un largo camino por recorrer hasta el 2016, tiene confianza en que tiene mucho potencial para explotar. Algo que siempre le han dicho sus entrenadores. No le asustan las lesiones, aunque comenta que sí les tiene respeto, ya que pueden truncar su carrera de un día para otro.

Es por eso que al inicio de cada entrenamiento hace una sesión de cuando menos 30 minutos de calentamiento y comienza con pesos «ligeros», que para cualquier humano normal, serían imposibles de levantar.

Mientras agrega más peso a la barra olímpica, alrededor de 70 kg, cuenta que se inició por que su papá es entrenador físico y eso la llevó a que durante toda su vida estuviera en amplio contacto con todo tipo de deportes. Pero su «enamoramiento» con la halterofilia se desarrolló en la adolescencia, cuando comenzó a descubrir que tenía más fuerza de lo que las demás niñas de su edad tenían. Un descubrimiento que cambiaría su vida.

Con la mirada confiada, Gladis menciona que no le tiene miedo a los retos, que ella fue hecha para ellos y para superarlos. Que no hay pesos pesados, sólo pesos que cuesta más levantarlos, pero que siempre se puede cargar con ellos.